Es casi una replica de su BIBO malagueño, al menos en cuanto al concepto gastronómico y a la carta que nos propone. Pocas sorpresas para los fieles seguidores del chef Dani García. Lo más destacable quizá sea la sustitución de su apartado de pizzas, por la oda que hace aquí al atún rojo de Almadraba. La carta de BIBO es amplísima, pero bien estructurada ; recoge tantos platos que en un primer vistazo marea.
Algunas pistas para no fallar: el Brioche de rabo de toro, las Croquetas de jamón y de tinta en tempura crujiente, la Merluza romana ratatouille, la Pluma de cerdo ibérico o el Pato asado (por encargo).
El local de 800 metros cuadrados, que nada tiene que ver con su homónimo andaluz, sorprende para bien. Obra del omnipresente estudio de Lázaro Rosa-Violán, quien deja ver su mano en la espectacularidad del espacio, los elementos decorativos y las tropecientas mil luces que alumbran el local, inspirándose en la Portada del Real de la Feria de Málaga.